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Mostrando entradas de 2015

Temen que se vaya la paz que hallaron en El Laurel

Le quedan 46 días y la nostalgia huele a cerveza. Sofía mira cómo cae la botella marrón desde la mesa de un borrachito que tambalea en la silla de uno de los cuatro prostíbulos de la parroquia El Laurel, de Daule. El sonido del cristal estrellándose contra el piso hace voltear a los clientes y correr a una de sus compañeras con escoba en mano. Tiene un año exacto ejerciendo la prostitución en ese sector y la cerveza derramada que moja los vidrios rotos es lo único que altera, de vez en cuando, la tranquilidad que, asegura, encontró en El Laurel, cuando llegó allí para ofrecer sus servicios sexuales. Los rumores llegaron a los oídos de la joven quevedeña. Tiene miedo de que llegue el 31 de diciembre y deje de tomar el bus en que viaja durante hora y media todos los días, desde Quevedo a Daule, ya que desde esa fecha se dejarán de emitir permisos de uso de suelo para prostíbulos que estén cercanos a la población. En el caso de ese cantón, los 11 centros de tolerancia que se dist

Otro Guayaquil que 'sabe' a bohemia

Decir Guayaquil es prohibido. Es revivir los besos escondidos, el sexo a cambio de dinero, las borracheras e incluso los crímenes que escondía el humo del cigarrillo de un ambiente que se vivió en el centro de Medellín hace más o menos 30 años. A más de 1.500 kilómetros del   puerto principal ecuatoriano, en la capital de Antioquia de Colombia, también hay otro Guayaquil, uno más chiquito, que comprende de siete cuadras de comercio puro, pero al que nadie llama por el nombre de la Perla del Pacífico, sino que la mayoría conoce como El hueco. La transformación de la zona no solo se limita a su nombre. Más de 50 centros comerciales, incontables almacenes donde se oferta a gritos desde una aguja hasta artículos electrónicos, y miles de personas que se multiplican entre las delgadas veredas abarrotadas de vendedores ambulantes, reemplazaron a los bares, casas de citas, burdeles, residenciales, licoreras y cantinas que formaban al barrio Guayaquil ‘paisa’ en el centro de tolerancia má

La supervivencia tiene forma de cicatriz

La delgada línea nace en el rabillo de su ojo, recorre su mejilla izquierda y termina en la punta de su nariz, formando una ‘c’ invertida. Tiene varias capas de base de maquillaje, polvo compacto y rubor, pero parecen no tener poder invisibilizador sobre la cicatriz más grande en el rostro de María Fernanda Vargas. La verdadera magia de los cosméticos hizo su efecto en febrero del 2014, cuando la joven, de 24 años, decidió quitarse las vendas que cubrían la marcas que le quedaron luego de que fue atacada con picos de botellas, y decidiera arreglarse ‘como antes’. Ese ‘antes’, que ya no sabe tan amargo en los labios rojos de Mafer, la remonta a las 20:00 del domingo 10 de noviembre del 2013, cuando iba en su vehículo por las calles del cantón Simón Bolívar, con su piel intacta, que minutos después estaba bañada en sangre por las heridas que un grupo de mujeres le hicieron. Tuvieron que pasar tres meses, en los que estuvo luchando porque su agresión no quede impune, para que la

Para buscar placer deben ir a otro cantón

Fue entre 1970 o 1975. Los pies se movían al ritmo de las guacharacas, las trompetas, timbales y órganos que se entonaban en vivo. La garganta se calentaba con un purito y el cuerpo vibraba con la figura de las mujeres de alquiler que se paseaban entre las luces multicolores de uno de los mejores prostíbulos de Marcelino Maridueña. “Se llamaba El gato negro”, recuerda Gustavo con una sonrisa pícara que se pierde luego entre su  voz nostálgica, porque hace 40 años aproximadamente aún existían chongos “de los buenos”, en ese cantón agrícola al este del Guayas, y donde hace ocho años, se ‘esfumaron’. El último cabaré que tuvo la ciudad se llamaba 300 millones y cerró definitivamente hace menos de una década, y desde entonces es uno de los pocos cantones del país que no tiene nights clubs, cabarés, chongos, prostíbulos o cualquiera de esos sinónimos que evocan el sexo de paga.  Gustavo, de 63 años, es radical. Para el marcelinense, “un cantón donde no hay cabaré se muere”. Obser

¡Las dos "cruces" de Vilma!

Las lágrimas de Vilma aparecen apenas abre el grifo adaptado al extremo de una manguera. Es como si sus ojos se coordinaran con el chorro de agua que cae sobre la cabeza de su hijo Roger. “Cristo te ama, yo te amo”, repite e inmediatamente le pide que tome jabón y se frote su rostro en el que no aparece gesto alguno. Roger tiene 30 años, pero su mente es la de un niño recién nacido. Con la mirada perdida acierta a enjabonarse y quitar de su piel los restos de sus propias heces fecales con las que sin voluntad se ensució. Su razón se perdió  hace más de 13 años, cuando a su puerta tocó el fantasma de las drogas. Hasta los 17 años, Roger era un adolescente que soñaba con ser policía, al que le apodaban “Kaviedes”, porque según Vilma era excelente para el “peloteo” en su barrio al oeste de Guayaquil. El semblante apagado de la mujer, de 47 años, cambia, se transfigura cuando recuerda a su niño guapo de ojos café claros, el que hacía suspirar a las mujeres antes de chocarse de frent

Se apuró para desfilar por amor a su hija

Las gafas cafés que usaba Cecilia Parra para protegerse de un sol acolitador no ocultaban su emoción. Sus manos agitaban con fuerza una bandera multicolor de unos cinco metros, mientras caminaba pausada por la avenida Malecón, en Guayaquil.  No es lesbiana o bisexual, pero se desgañitaba gritando: “¡Viva el Orgullo Glbti!” y, de hecho, era la primera vez que participaba en el desfile que realiza la comunidad de Gais, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales en Guayaquil, por el Día del Orgullo, que a nivel mundial se celebra cada 28 de junio a escala internacional Sin embargo, desde hace 11 años, conoce y ama el mundo de la diversidad sexual, desde que su hija Jennifer Aguiño le confesó que le gustaban las mujeres y le llevó a presentar a su novia Jazmín. “Ella es mi mamá”, decía orgullosa Jennifer, quien era parte del grupo que desfiló por la Red Guayas Lgbti , organización conformada por varios colectivos que defienden la igualdad. La joven, de 29 años, recuerda

Le faltó dinero, pero le sobraba amor

Apenas amanecía, el lodo se sentía casi helado en las plantas desnudas de los piecitos de aquel niño de siete u ocho años. Hubo días en los que Salvador Quishpe Lozano caminaba a su escuela sin zapatos, pero era lo de menos. En parte de su infancia, a veces hacía sin calzado las cosas que más le gustan, como patear una pelota sucia, hecha de trapos, por los llanos que en su niñez rodeaban el barrio Piuntza, del cantón Zamora, que lo vio nacer el 15 de marzo de 1971. Doña "Panchita", su mamá, tuvo que "pegarle" gritos de vez en cuando, porque por andar correteando por ahí, se olvidaba de pastar a los borregos, que eran parte del sustento de él y sus ocho hermanos. Desde que tiene memoria, el Prefecto de Zamora Chinchipe por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas Pachakutik-MPD ha estado rodeado del aroma a pasto, árboles de cacao, plátano, la suavidad de la piel de borrego o el cacareo de las gallinas, porque su padre Manuel le enseñó al primero de sus hi

“Dios me va a dar mi segundo milagro”

Todo estaba listo con semanas de anticipación: los zapatitos blancos como el uniforme, el delantal amarillo con un “Thiago Cedeño S.” bordado en letras rojas, la mochila, la lonchera y los útiles que estrenaría Thiago el pasado lunes en su primer día de clases de Inicial. Sanddy Sornoza esperaba con ansias ver a su hijo, de tres años, ingresar al aula de su jardín de infantes y lo hizo, pero a través de fotos y vídeos que su esposo Pedro Cedeño le enviaba a su celular. “Mami te voy a ver donde el doctor y empujo la silla de ruedas”, le dijo Thiago a las 07:30 antes de ingresar al centro infantil en Portoviejo, donde viven, mientras a Sanddy el corazón le bombeaba más rápido de la nostalgia en el cuarto número 1 del área de Neumología del hospital Teodoro Maldonado Carbo, en el sur de Guayaquil. Como todos los viernes, esta joven, de 31 años, llegó a esa casa de salud el pasado 29 de mayo a las rehabilitaciones que debe hacer a causa de su Linfangioleiomiomatosis, enfermedad que ju

Del retrato al "selfie"

Ricardo fue mi primer maestro, uno de los pocos a los que se le puede dar ese calificativo. Cuando cumplí cinco años, mis padres decidieron que toda la familia -que ya no aumentaría más- fuera fotografiada para la posteridad. Contrataron al único fotógrafo del pueblo, fijaron día y hora; la sala fue encerada y adornada y por último, todos pasamos por un baño ritual antes de enfundarnos en la mejor ropa que teníamos. El fotógrafo, una especie de mago de ocultos saberes, compareció puntual, armó su cámara de ca­jón, nos acomodó a su gusto y cuando todos estuvimos serios y erguidos como militares, disparó su blanca llamarada de magnesio. Me pegué tal susto que volví la cara y el hechicero tuvo que repetir la placa y el fogonazo. Y aclaro: ¡no es que yo sea tan viejo, sino que la fotografía ha evolucionado muy rápidamente! Más tar­de, cuando adulto, yo mismo me hice fotó­grafo. Pri­mero en la lavandería de mi casa, convertida en cuarto  oscuro,  luego en los labora­torios de

La eterna “Charito” del barrio María Piedad

En Durán, todos conocen donde vivió “La Hechicera". Lo único que se escuchaba en el patio interno que comparte la familia Cisneros Castro eran los planchazos de las hojas de zinc que se alzaban con el viento. El pasado martes a las 17:03, el silencio era tal entre esas paredes color ladrillo, que los graznidos de los patos y el cacareo de las gallinas que allí revolotean alborotaban a los perros que se desperezaban sobre el cemento. Todos dormían, a excepción de Jhonny Cisneros, quien asomó su cabeza canosa por la puerta donde “Charito” salió e ingresó cientos de veces. Así le decían a la niña flaquita, de sonrisa amplia y cabello rizado que creció en el barrio María Piedad, de Durán, y que años más adelante cambiaría ese apelativo por el de “Sharon”, que la convertiría en una diva, en “La Hechicera” de los escenarios ecuatorianos. A esa hora, parte del dolor yacía bajo tierra junto al féretro de la artista, su sobrina Edith Rosario Bermeo Cisneros, quien fue sepultada al medi

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