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Mostrando entradas de 2016

El 2016 le cayó como un palo en la nuca

Entre el ruido de los juegos pirotécnicos, de los cristales de las copas chocando entre sí y de las risas que musicalizaban el inicio del 2016, Gladys Steffani planificó, junto a su hija María José Coni, la mudanza a una casa más grande. La muerte frenó a raya el proyecto anual en febrero pasado y transformó a la emoción en una estaca fría que atravesaba el corazón de la madre cada que aparecía la posibilidad de dejar su pequeño departamento. Allí todo está intacto, tal como su Jose lo dejó a mediados de enero, para cumplir uno de sus mayores sueños, un viaje que también estuvo incluido en la lista de ‘cosas por hacer en el 2016’  y del cual jamás regresaría a su natal Mendoza, al oeste de Argentina. Los últimos libros que leyó quedaron en el mismo lugar, la ropa está tal cual la dejó luego de hacer la maleta y emprender su soñado viaje por Latinoamérica junto a su mejor amiga, Marina Menegazzo, y que tuvo su ‘fin obligado’ en Montañita, donde ambas fueron brutalmente asesinadas

Un camino de miedo con una meta de amor

Las hojas de las tijeras se abrieron y el miedo disparó su ritmo cardiaco. No estaba preparado para el primer corte cuando el filo iba deshilachando la larga y delgada trenza que le llegaba hasta la cintura. “No hay marcha atrás”, pensó Fernando Machado mientras sentía que su cabello se iba desprendiendo de su cabeza. Allí dentro, sus pensamientos estaban más enredados que el tejido que finalmente terminó en las manos de la mujer que lo peinó por primera vez como lo que siempre se sintió: un hombre, a pesar de haber nacido biológicamente como mujer. Tenía 19 años y se paró frente al espejo para notar que lo que quedaba de María Fernanda Machado Quevedo se había esfumado casi por completo. El corte de cabello era necesario para que el transexual masculino, que actualmente tiene 23 años, cambiara la ‘a’ al final de su nombre por una ‘o’. No hay palabras para describir la felicidad que sintió. Se limita a sonreír cuando recuerda que tuvo que esperar 30 minutos en la peluquería pa

Un último día de paz y un beso apasionado

Era instantáneo. Si se movía un poco, sentía cómo sus dedos se le clavaban en la piel y escuchaba un débil “no te vayas”, que  le hacía tragar grueso y le complicaba más la dura tarea de no llorar. Tan pronto como asomaba una lágrima en el rabillo de su ojo, Jairo Berbel apuraba su mano para secarla. No había algo que molestara más a su novia Yulexi Chévez que verlo triste. Eran las 23:00 del miércoles 3 de septiembre del 2014 y ella sabía que el cáncer, que se había alojado ya en sus pulmones, le estaba regalando unas horas más para cumplir el sueño de quedarse dormida en los brazos del amor de su vida. “Ella siempre quiso que viéramos una película y durmiéramos juntos. Por eso le pidió a la mamá que le dejara hacerlo esa noche”, recuerda Jairo, quien se acostó en su cama y acurrucó a su 'pecosa de ojos verdes' en su regazo. Durante dos horas, aquella habitación se llenó de paz y el silencio solo se interrumpía por la respiración entrecortada de la virreina de Buena F

'Cooper’ aún espera a su amo muerto

El amor es más fuerte que las cadenas que rodearon su cuello o la potencia de gotas somníferas camufladas en un pedazo de pollo asado. Aunque probaron con amarrarlo y dormirlo, nada aleja a ‘Cooper’ de la esquina de la 29 y Maracaibo. Ni siquiera el tiempo. Desde hace 55 días, la lluvia ha empapado su pelaje cobrizo, el hambre ha marcado sus costillas sobre el pellejo infestado de pulgas y la tristeza es más visible en sus ojos que las mosquillas que los hastían por la infección. Sin embargo, la esperanza de que su amo regrese mantiene al perro mestizo aferrado a la vereda del que fue su hogar. Cristóbal Rentería fue asesinado de un balazo en la cabeza el 6 de diciembre pasado, pero la lealtad de ‘Cooper’ parece rechazar la despedida obligatoria que le impuso la muerte. Confía que, en cualquier momento, las puertas enrollables de lo que solía ser la peluquería de su mejor amigo se abran y pueda resguardarse de la soledad y del miedo. Su hocico jadeante no se despega del pavimento

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