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Dos sexos en una sola persona

Se sentía una rata de laboratorio. El urólogo, a quien había contactado para confiarle su secreto, convocó a sus alumnos de medicina para que presenciaran el chequeo, que se suponía era privado. 

Natalia tenía vagina, pero dentro de su vientre había dos testículos en lugar de ovarios. Está segura de que, tras haberle confesado que era intersexual, el galeno convirtió la cita médica en la exhibición de un "fenómeno". 

En cuanto entró al consultorio de aquel hospital, situado en el norte de Guayaquil, la joven, que en ese entonces tenía 19 años, chocó contra una veintena de ojos que la recorrían de los pies a la cabeza. Sabía que esperaban a que se desnudara para ver si entre las piernas tenía dos genitales o un "aparato mixto", una característica propia de algunas clases de intersexualidad. Pero en su caso no era así. Natalia forma parte del tipo 46 XY, es decir, que tiene vagina, pero sus cromosomas son masculinos. 

También posee un útero atrofiado. Jamás había sentido tanta humillación. Ni siquiera cuando, a los 14, el primer ginecólogo que la vio le reveló "sin sensatez que era hermafrodita". Eso después de que gritara "usted es un hombre" a quien había nacido, crecido y se había educado como una mujer. 

Por eso no había vuelto a pisar un centro médico. Le provocaban terror. Pero cinco años después, la valentía que la llevó hasta ese lugar se desmoronó ante la mirada de diez futuros médicos, que la rodeaban como si fuera un cadáver en la mitad de un anfiteatro. Cada mirada era un alfiler que le recorría las venas y se le clavaba en su corazón acelerado por la vergüenza. 

Cree que esa experiencia resume a la perfección lo que sienten tanto un intersexual como quienes escuchan por primera vez sobre ellos. "La gente piensa que somos monstruos. Pocos saben exactamente que esto es una condición con la que nacemos, que somos personas normales. Pero (en ese tiempo, cuando ella también desconocía del tema) hasta a mí me daba asco mirarme al espejo", revela con los ojos vidriosos. 

Ahora tiene 28 años y ya se ha extirpado los testículos que llenaron su cuerpo de hormonas masculinas. Pero aún le duele la discriminación que sufrió y sufre a causa de lo que, para ella, es puro desconocimiento de los desórdenes del desarrollo sexual (DDS), como prefiere llamar a la intersexualidad. 

Ella misma corrió a buscar el diccionario cuando oyó dicha palabra por primera vez: personas que tienen caracteres sexuales masculinos y femeninos, leyó confundida. Y cuestionó lo que le ocurría: "¿Cómo era posible? Pero si tengo vagina y me siento mujer. ¡Soy una mujer!",  repetía cada noche en su casa, donde se enclaustró durante cinco años para alejarse de quienes notaban que su cuerpo empezaba a cambiar, que en lugar de adquirir las curvas características de una mujer iba haciéndose más masculino. 

Sus testículos, que podía sentirlos sobre su vientre bajo, eran los ‘culpables’ de una transformación que no había pedido y que también aumentó el tamaño  de su clítoris, que llegó a crecer hasta cinco centímetros. 

Tuvieron que pasar años de reproches, lágrimas, tres intentos de suicidio y las incontables súplicas de su mamá para que Natalia decidiera retomar su vida. "Veía cómo mis amigos se superaban, estudiaban y yo nada por miedo a salir al mundo", se abstrae en sus recuerdos. Fue en ese instante cuando todo empezó a cambiar. 

Se inscribió en la universidad, a la par que luchaba con el objetivo de que el Ministerio de Salud Pública atendiera su petición para que la operasen, le retiraran sus testículos y le colocaran implantes en los pechos. Lo logró de la mano de la Fundación Silueta X en 2015. 

Fue en marzo. Abrió los ojos en una sala de recuperación y lo primero que hizo fue bajar su mano hasta la ingle. ¡Esas "cosas" ya no estaban! Meses después se redujo el tamaño del clítoris y su cuerpo empezó por fin a retomar la forma femenina que perdió en su pubertad.  

A Éricko Jackson Barreiro le ocurrió al revés. La mocedad le trajo cambios físicos que soñaba tener desde niña. La vagina con la que nació le empezó a cambiar a los 12. En ese entonces aún lo llamaban Lissette Estefanía, los nombres que sus padres le pusieron cuando llegó al mundo. 

Al guayaquileño, de 24 años y que desde su infancia se ha identificado con el género masculino, le empezó a crecer un micropene sobre su conducto vaginal. No entendía nada, pero no le disgustaba la transformación. Hasta que cumplió los 19 sabía que su vagina era extraña, pero no tenía idea de que en realidad tenía un genital mixto. 

Fue una novia la que le advirtió de que ‘aquello’ no era normal. Sobre todo porque cuando estaban en la intimidad, el micropene "funcionaba" como el de un hombre biológico. Éricko, además, también menstrúa. "Eso es lo loco. En ese tiempo pensaba que era lesbiana. Mi pareja buscó en internet y me dijo que era intersexual. Nunca había escuchado de aquello", confiesa apenado. 

Ahora forma parte de la organización Ecuador Intersexual. Y aunque está contento de ser parte de esa población, la falta de recursos económicos le hace vivir una ironía: no sabe qué tipo de intersexualidad tiene. Éricko padece dolores intensos en la zona abdominal. 

El ginecólogo de su hermana le sugirió que podrían originarse por los cambios de sus genitales. Le aconsejó realizarse una ecografía para ver cómo están sus órganos internos, pero el dinero escasea en su hogar. A diferencia de Natalia, los cambios en su organismo, cada día más varonil, lo alientan. 

La única pena que le genera su condición es que los demás no lo comprendan y esa ignorancia derive en rechazo. Natalia concuerda con Éricko y, por eso, a veces quiere confesar al mundo que es intersexual. Porque solo su mamá lo sabe y las heridas de la discriminación aún están abiertas. 

Quisiera gritarlo para ayudar a que otros entiendan y no juzguen. Lo más duro de haber nacido distinta no tiene nada que ver con el físico, sino con la exclusión a la que son sentenciadas por la falta de visualización sobre estos temas. También le gustaría convertirse en médico para reivindicar a aquellos profesionales que marcaron su vida y la vieron como un ratón de laboratorio o un cadáver para diseccionar. Le diría a quien llegue a su consultorio que no tema, que no es un fenómeno, sino que Dios decidió enviarla así de especial: "Así me hubiera gustado que me lo dijeran a mí...".

Datos
Mariasol Mite, vicepresidenta de la Federación Ecuatoriana de Organizaciones GLBTI (gais, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales), comenta que no hay un dato exacto sobre la población intersexual en Ecuador: "Aquí aún les llaman ‘hermafroditas’. Y cuando escuchas esa palabra, la relacionan con alguien raro. Eso genera  el temor de ser excluido". Su organización, junto al Ministerio de Salud Pública, está armando un manual para el tratamiento de personas intersexuales porque, según ella, no hay muchos médicos especializados.
 Antes, los intersexuales eran llamados ‘hermafroditas’. Pero el término se descartó porque alude de manera específica a tener los dos genitales (pene y vagina).

Gelitza

Esta crónica fue publicada el 11 de octubre de 2017 en la edición impresa de Diario EXTRA. Puede revisar la página web del diario, aquí  www.extra.ec

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